Ciclo de Aprendizaje

Madrugada, la última estrella todavía brilla. Luego de un frugal desayuno (queso, miel, algunas nueces, y un vigorizante té), sobre la piedra más grande a la orilla del lago, el Maestro se sienta. Ve los primeros resplandores del día antes que el sol definitivamente se asome. El primer rayo lo alcanza, delicadamente se eleva sobre su cuerpo, encendiendo uno a uno sus chacras. Mientras el sol desnuda el resto de su cuerpo, este primer rayo se detiene a un palmo de su cabeza; allí se queda. Cruza sus piernas, dispone sus pies sobre sus rodillas. Sobre sus muslos, las manos. Los ojos abiertos, pupilas dilatadas, vista en la nada.
Vuelve; su boca, adornada con una sonrisa de infinita dulzura, se mueve serenamente…

– Llegas justo a tiempo.

A su lado un hombre, dispuesto en la misma posición, con los ojos cerrados. Lentamente los abre…

– No quise molestarlo, Maestro, no esperaba encontrarlo acá.

Su semblante era sereno, pero melancólico. Su gesto mostraba una nota de irritante confusión. Sus ojos algo decaídos, sus hombros vencidos bajo un peso intangible. Buscaba palabras, su boca delicadamente mostraba muecas de cierto nerviosismo.
El Maestro sonreía, mirándolo amorosamente; pacientemente.

– Maestro, ¿Por qué duele?…

Esperaba la pregunta, no le intrigó que la provocaba. En todo caso la respuesta sería la misma.

– El dolor es una forma de entender una experiencia, puede ser un vicio; después de todo, siempre una ilusión.
Una experiencia puede ser incómoda, terrorífica, dolorosa físicamente, al vivirla podríamos desear estar en cualquier otro lado. Pero el dolor como tal es hijo de la negación. Sucede al estar convencidos que algo no debería estar pasándonos; o al ponerlo en términos de bueno o malo, justo o injusto. Todas interpretaciones de la mente humana, tratando de etiquetar todo. El dolor se hace perpetuo, autoalimentándose, mientras esta negación no se resuelva. Se hace inmenso, puede abarcar todo.
Cuando uno pasa por su propio infierno, lo abraza, llega a amarlo; aprende de él, encuentra paz, vuelve convertido en Maestro.
Las experiencias son lo que uno hace de ellas; en principio son, por lo tanto son necesarias, por lo tanto son buenas. Gracias a ellas aprendemos, evolucionamos, crecemos.

– Pero… ¿por qué tenemos que aprender?, ¿por qué así…?

Su sonrisa se hizo más grande, sus ojos más tiernos. Con el dedo índice lentamente recoge con delicadeza una lágrima de su mejilla, la hace pender suavemente de la yema… hasta dejarla caer sobre la grava de la orilla.

– Es lo que elegimos, es como ir a la escuela. Elegimos un curso, no todas las materias nos gustan, pero son necesarias. Aprendemos, las aprobamos, podemos seguir adelante. Luego conseguimos el objetivo de evolucionar, y desarrollarnos. Por eso es bueno para nosotros que estemos agradecidos por todo lo que nos ayuda a lograr nuestro objetivo, aunque a simple vista no tenga sentido.
Solo que acá no podemos abandonar, repetimos hasta que aprendemos; somos inmortales, eternos. La materia, el tiempo; son nada más, ni nada menos, que un curso.

El hombre levanta la mirada, esboza una sonrisa, tímida. Siente que una energía hermosa lo contiene, lo nutre. Siente más livianos los párpados.

– A veces es tan difícil… ¿Cuál es el secreto entonces?

– Amor. Es nuestra única, y la más grande arma del universo. Es la energía que une todo, que reúne lo disperso, que amalgama todas las partes del Uno.
El problema es el ego. Esa construcción de electricidad neuronal que desarrollamos durante cada experiencia en la materia. Esa persona que formamos, con historia, ideas, convicciones, emociones. No es que esas cosas sean malas, para nada. Es que solemos dejar que nos controlen, que nos aten. Que nos digan quienes somos. Forman parte de nuestra experiencia en la tierra, no son quienes somos. Somos Luz; inmortal, eterna. Todo lo demás forma parte de la experiencia de la materia, también es perecedero. Son un medio, no un fin.
El Amor nos ayuda a ver por encima del ego, a que nos sirva en nuestra experiencia. A que no nos controle. El Amor te hace ver lo que amas más allá de su propio ego, entonces podes ver como dos cosas separadas lo que amas y su ego; los dos egos no pueden colisionar, no se retroalimentan. Solo las dos luces interactúan, entonces las emociones salen de ahí y no del ego, y es maravilloso.
Si encontrás en tu interior ese Amor por todo, la vida es siempre maravillosa, y más real que nunca. Sin importar que experiencias tengas que enfrentar.
Acordate, tu interior es tu luz. No tu mente, ni tus entrañas…
La meditación es acallar la mente, apagar todas las luces para ver tu Luz. Ayuda mucho.

El hombre levanta la vista, arquea las cejas en un gesto que combina el asombro y la incredulidad…

– Amor?… No sé, yo puedo amar a una mujer, y después ya no la amo más. Puedo amar a un hermano, y luego puede hacerme una trastada; y no solo que quizás ya no lo amo, sino que puedo empezar a odiarlo…

El Maestro asiente, con un gesto de dulce picardía; como si esperara semejante interdicto…

– En la experiencia de la materia todo se experimenta particionado. Del Todo solo podemos interactuar con una parte a la vez.
Por ejemplo: El Amor es uno, es por todo; es siempre total e imperecedero. En esta vida nosotros experimentamos ese amor en muchas partes. El amor paternal, el romántico, el filial, el fraternal. Cuando amamos a alguien es eterno, no es un sentimiento ni una emoción; es un estado. Es al máximo, no hay gradaciones.
Si realmente Amas a alguien, puede que ese Amor se manifieste de otra manera con el tiempo, que cambie. ¿Terminarse?, jamás.
La gran disfunción empieza cuando se confunden emociones del ego, tales como posesividad, celos, inseguridad, falta de autoestima, etc.; con Amor. Estas si son perecederas y tienen grados de intensidad. Y pueden causar mucha infelicidad cuando no son satisfechas. Lo peor de todo es que se alimentan de cosas de la materia, como el ego, que también son perecederas; por lo tanto siempre tienen hambre.
El Amor necesita la libertad y felicidad de lo amado, en consecuencia nunca genera dolor.
El odio en sí mismo no existe, es solo el ego regodeándose en estas emociones.

– Me dio mucho en que pensar, Maestro. Gracias…

El Maestro se acerca a él, apoyando el centro de su frente en la del hombre. Ahora el primer rayo de la mañana ilumina las dos coronas.

– No pienses, siente, medita. Usa la mente para resolver cosas de la materia, ese es su propósito. Gracias también…

El maestro se aleja, dejando al hombre atónito con la mirada perdida en el horizonte; que no se percata que el primer rayo de la mañana ahora apunta a un palmo de su cabeza, mientras el sol se esconde. Camina algunas millas, el sol comienza a esconderse tras del lago. Luego de un tiempo se interna en un bosque y llega a un claro.
En el claro hay un hombre sentado sobre una roca. Observa el cielo a través del claro. Mientras los últimos resplandores del sol, ya escondido, se desdibujan; la luna se asoma.
A lo alto, la primera estrella del atardecer brilla intensamente. Uno de sus rayos se dirige, estático, hasta justo a un palmo hacia arriba de la cabeza del hombre. El maestro se sienta a su lado, en el suelo. Cierra los ojos.

– Llegas justo a tiempo…

– No quise molestarlo, Maestro. No esperaba encontrarlo acá…


Deja un comentario

Juan Francisco Quevedo

POESÍA PARA VIVIR

Relativando

El artista busca lo que nadie ha encontrado, por ello está destinado a encontrarse a sí mismo.

Diferentes partes de mi

encontrarás de todo... lo interesante es que lo leas y lo hagas tuyo.

cruzdelsur

Vivencias, pensamientos y sentimientos durante este camino ... llamado VIDA...Experiences, thoughts and feelings during this journey ... called Life.

Las Musas hacen al poeta

Prosa y verso de Xavier Roca Ticó